Hace más de 15 años que nuestra iglesia ha estado yendo a Honduras, llevando ropa, alimentos, medicinas y haciendo una labor social y profundamente espiritual en favor de los más frágiles y necesitados, los niños. Nuestra inspiración y guía de parte de Dios lo fue el evangelista, ahora Pastor, Rvdo. Luis Orellanes y su amada esposa, (nuestra querida Fefa). Hace unos 6 años atrás, él nos llevó a que diéramos un culto en la ciudad de Olanchito, donde él tenía un terreno. Allí, dimos nuestro primer culto en una casa vacía y desmantelada donde meses atrás habían encontrado abandonada, una niña de meses de nacida, desnuda y con un plato de arroz al frente. Esa fue nuestro primer templo, nuestro primer altar. Allí, tuvimos el primer encuentro con nuestra hermosa y pobre gente.

 

Volvimos el próximo año, al mismo lugar, llevando ropa, medicinas y alimentando unos 300 niños diariamente. Dios tocó a Orellanes, y nos regaló el terreno de su propiedad, y en uno de nuestros viajes de verano, en 9 días, con la titánica labor y sacrificio de hermanos y hermanas de un alto nivel de compromiso, pudimos prácticamente construir nuestro templo.

 

Nuestra iglesia, compró el terreno del lado, logrando expandir nuestra propiedad convirtiéndola en un grandísimo y hermoso terreno. En aquel lugar hemos curado, alimentado, vestido, y asistido en sus necesidades especiales de salud a miles de niños y niñas y sus familiares, sin contar los millones de piojos que hemos matado, recortando y lavando las cabezas de los niños. En fin, teníamos un terreno y un templo saldo, una comunidad que nos conocía y quería. Teníamos (como me dijeron unos amigos misioneros), “el sueño de cualquier misionero”). Lo teníamos todo, pero nos faltaba el Pastor.